Porqué deberíamos de jugar a Metro 2033 al menos una vez en la vida

Otrora jugón que pasaba horas delante de los míseros 5 a 100 megas de un juego de antaño, me veo en la obligación de escribir sobre uno de los últimos «shooters» que, en forma de rebaja de Steam, ha llegado a mis manos.

Hoy en día el ocio de los videojuegos se limita a esporádicas viciadas online con L4D2, Urban Terror y  MORPGs variados, mientras que el «modo historia» se queda con un fervor casi religioso a las ya decadentes sagas Call of Duty o Battlefield. Como véis, no soy el más apropiado para hablar de la originalidad o calidad técnica de un juego actual, pero Metro 2033 me ha enganchado de una manera sobrenatural, quizás al alcanzar esa fibra sensible de un gran fan de los shooters cuya última calificación de «pasada» se quedó en el Bioshock (juego que actualmente aún no me he acabado).

Por hacer una analogía, Metro 2033 es al shooter lo que «Shoot’em Up» al cine de acción: una mezcla casi perfecta de lo mejor del género que, si bien no alardea en originalidad, consigue una forma propia que siempre nos hará recordarlo con cariño.

En un claro homenaje a la típica recogida de diarios en Doom 3, voy a organizar esto según los días jugados y la información y pensamientos que fui desgranando a mis amigos en Facebook.

Día 1

«La 1ª hora bien… la 2ª casi infarto. A ver si llego al finde…

…¡y me duelen los dedos! más de recoger munición que de disparar».

Metro 2033 es el típico «shooter dungeonero» en el que pasearemos por un montón de oscuros pasillos, tenebrosas estaciones y algún que otro inhóspito paisaje al aire libre (no exento de peligros). Tendremos disponibles un montón de armas y se nos enfatizará hacia el uso de las de tipo neumático (cosa buena a la hora de ahorrar munición).

Como el buen amigo Berantino apunta, todo es muy soviético: escasea y su funcionamiento es bastante discutible (pocas linternas he visto con menos funcionalidad, las máscaras de gas se rompen y podemos quedarnos sin filtros, la linterna neumática puede dar caña pero hay que bombearla y la visión nocturna…).

«Por el momento perita. Como siempre, el prota es el pupas que le toca perderse por los mapas. Los enemigos son los justos, de hecho te acostumbras a ver pocos y cuando vienen 3 o 4 juntos te cagas. Con esto aumenta la ambientación y te cagas el doble… Pero bueno, van 2 horas, a ver que hay más adelante…» 

En nuestra primera o segunda partida captaremos ya la tónica general del juego: racionamiento de munición y filtros. Esta mesura que se le pide al jugador se ajusta muy bien al camino que nos han trazado los guionistas, combinando la acción con un alto porcentaje de momentos en los que nos dejarán sólos con nuestros pensamientos, dando una tranquilidad que hace que nuestro cerebro desvaríe y que la tensión del juego se convierta en excitación. Una oleada de vez en cuando bien aporta mucho más que una continua lluvia de morteros como las que nos caen en la saga Battlefield.

Día 2

«EL CUCHILLO ES TU AMIGO»

No nos engañemos: Metro no es un juego con el que vayamos a aburrirnos. Si lo hemos adquirido mediante Steam, podremos volvernos locos a hacer algunos logros que ya te orientan a lo que hacer en el mapa: «termina x matando a todos» y «termina ese mismo x sin matar a nadie». Cuando ya te ha costado un «hueval» pasártelo sin hacer nada específico, se ve como una cosa de hombres.

Y es que el c***** tampoco es nada fácil. Hoy en día se fomentan unos niveles de dificultad que convierten estrenos de 80€ en carne de alquiler y acabárselo en un fin de semana. Metro se disfruta lentamente, jugando bloques de 2 o 3 horas que te pueden saciar durante varios días. La historia engancha aún cuando se lía demasiado y la vorágine de mutantes, fantasmas, «comunazis», oscuros y demás hace que veamos totalmente justificable el no soltar el gatillo, pero lo hacemos.

Día 3

«Si hay merodeadores cerca, cuchillo y esperar en el primer agujero… que vengan, que vengan. fokin ratas!»

‎»Avanzada… puta misión/nivel de su puta madre joder… podían poner un puto luminoso en la escalera joder ostia ya…»

Empiezan los problemas… el juego se complica. Los merodeadores nos asaltan como ratas desde todos los ángulos, la munición es cada vez más escasa, nos quedamos sin oxígeno en un «checkpoint» y hemos tenido que enfrentarnos a los Demonios: típico enemigo del que es mejor escapar a enfrentarse. Descubrimos por fin la utilidad de otro elemento de la ambientación del juego: la brújula.

Parte del éxito de Metro al contar su historia es, como ya hemos tratado, el no contar con demasiado equipo que nos salve el culo. Estamos acostumbrados a las instrucciones precisas de otros juegos o a estar acompañados por una escuadra de los Delta Force. Aquí los compañeros son algo anecdótico y que rápidamente desaparece, cayendo en el eterno bache de los shooters modernos que convierten a nuestro personaje en un «comeyogures», «gafe» y demás apodos cariñosos. Para salir de estas situaciones gritaremos, lloraremos y correremos brújula en mano hasta encontrar un recoveco en el suelo por donde escapar. Seguramente nos perdamos, no nos demos cuenta de que no quedan filtros o acabaremos sin munición ante un ser poco amistoso, y lo dice alguien que ha tardado casi una hora en encontrar la escalera en el nivel «avanzada».

Eso sí: punto a favor a la falta de información en la interfaz. Tener que consultar el nivel de los filtros y la brújula o echarle un visual a todas las municiones de vez en cuando son extras al juego, así que no juguéis en fácil si queréis disfrutarlo como se merece.

Día 4

«Coñazo de mapa. SPM.

8 horas jugadas y sacia más que muchos FPS famosos. Y aún queda juego de sobra. Este finde toca HL2 para oxigenarse.»

Hay un capítulo que es el punto de inflexión para el jugador de Metro 2033: «La Biblioteca» y sus consiguientes escenarios. Estos mapas han llegado a estresarme, pero la conclusión es bastante fácil siempre que hagamos caso de los pocos consejos que nos hacen los PNJs. Si se quiere hacer de la otra forma, toca llorar un poco, como ha hecho el que aquí escribe. La verdad es que soy un cagón, todo hay que decirlo, y es algo de lo que me impide acabarme el Doom3. Quizás pueda hacerlo tras concluir Metro.

Día 5. Y ya era hora…

«11 horas de juegazo por 2,5€. No vale jugar en fácil, aunque no es el shooter más sencillo del mundo. No malgastes munición *Spoiler* y corre con el mapa en la mano… CORRE ALMA DE DIOS!»

Tras la biblioteca, aún tendremos de dos a tres horas de juego, enseñando los dientes y disparando a toca teja una vez pasado el cague anterior. Difícilmente notaremos el cambio de intensidad tras todo lo que hemos pasado y la noche irá avanzando en lo que tardamos en darnos cuenta de que esta historia se ha acabado, y esperemos que su secuela sea digna. Personalmente, el final me ha gustado pero noto que le falta algo más. Ninguna queja acerca de este shooter por el que, a pesar de haberlo adquirido por 2,5€, bien pagaría de 10 a 20€. Teniendo en cuenta que Battlefield BC2 salió a 10€, claro.

Aún así, y antes de irme, defectos:

• Puede ser pasillero y monótono para los que repudien el género (no llegando al extremo de Doom3). Para un adicto a los shooters es una auténtica maravilla adjunta a una buena historia. Aún así, nos da pie a perdernos, volvernos locos y jugarlo como queramos, cosa que no notaremos en los típicos FPS bélicos mencionados en esta entrada.
• Si sóis de gatillo fácil y avanzar a toda velocidad. Este no es vuestro juego… o lo jugáis en fácil, como hacéis con tantos otros…

Para mí, y perdonad porque uno no es un «reviewer» de juegos, ni siquiera lo suficientemente experimentado como jugón. Mi conclusión:

• Juego potente, digno de ser jugado en el mejor equipo posible.
• Ritmo emocionante más que trepidante: tensión muy lograda.
• A pesar de lo aparentemente pasillero, está planificado a nivel de 11. Si intentáis resumirlo parecerá simple, pero la secuencia de niveles, objetivos y enemigos está tan lograda que no debería de aburriros a menos que vayáis con la mirada «sucia».

Ahora me toca el genial Magicka. Pero eso, amigos… es otras historia.