Señor Presidente de la SGAE. Puede que en el siglo XIX fuera innecesaria la banda ancha. Pero por lo que sé a día de hoy, sólo es innecesaria a ojos de lobbies como el suyo. Como resumiré más adelante, no estamos aquí hablando de un derecho, sino de un privilegio. Pero aún en su condición de privilegio, no debiera de tomarse a la ligera ni denominarse como «innecesaria» cuando tiene un papel tan importante en la sociedad de hoy en día, incluyendo la difusión de la misma cultura (la otra amalgama derecho/privilegio que parece que sólo ustedes defienden).
Aquí cito cinco razones plenamente comprensibles por alguien con dos dedos de frente para justificar una línea con una bajada (y subida, sigh) decente en la casa de aquel que pueda permitírselo (lo de las compañías telefónicas con internet en España también es de escándalo, y desde luego no me merecen más admiración que otros). Es una argumentación somera, desde luego, y ni por asomo puede condensar un tema tan escabroso, pero sí puede resumirse en lo siguiente: la banda ancha favorece la cultura. El problema es que ustedes no se preocupan de la cultura (que es un campo demasiado amplio para sus tejemanejes), sino de sus productos. Igualmente, sus «enemigas» las teleoperadoras tienen bastantes similitudes con ustedes, no preocupándose de sus clientes más que a la hora de rascarse el bolsillo.
Desde luego, hay temas más importantes en el mundo, así que dejen de molestar a todos los españoles por unos míseros € para mantener sus chalés. Me parece más importante que un español pueda trabajar a que todos tengamos que pagar el pato del último contrato millonario de Mariah Carey. Igualmente, ruego que fuerzen a sus allegados a saber diferenciar entre propiedad intelectual y derechos de autor, que muchos no saben la diferencia. Pueden tacharme de prepotente y generalista en este párrafo, pero es la opinión del compositor o del instrumentista la que pocas veces veo ampliada por parte de esta gente, siendo generalmente títeres que viven del trabajo de ellos en la sombra los que defienden sus lentejas delante de las cámaras.
Seguramente caeré en la hipocresía escribiendo esta entrada (es fácil acusar de tal, y muy difícil evitarla para el ser humano), pero no estará muy alejada de la que llevamos aguantando por parte de gente de este gremio cultural durante los últimos 20 años, discurso que sólo cambia el nombre del enemigo. Hay mucha gente que sólo defiende su pan, y es loable, pero con todo lo que ha llovido (y queda por llover) en torno a tan santa institución (llámese Sgae, llámese BSA, etc) deseamos de todo corazón que esta gente no acabe convertida en algunos de los paródicos «chorizos» que han salido de ahí.